sábado, 13 de junio de 2009

Las tardes me gusta vivirlas en las calles




Soy una persona de gustos simples. Muchas personas son finas y elegantes y se emocionan con Vivaldi o con Peter Greenaway. Yo tengo algunos gustos finos, sobretodo en literatura, pero mi manera de disfrutar de ellos, creo que en ningún momento será elegante. En lo personal viví mucho tiempo en el ambiente de la imagen y el Bluff, en el que la gente prefiere no tragar, no vivir y no disfrutar, con tal de poder llevarse bien con otras personas que tienen más dinero que ellos. En fin, puros ricos y jodidos lamebotas de ricos que hacen que uno se harte de ese ambiente.


Por eso me volví más naco, más vulgar, más sucio y más alburero. Nunca me he arrepentido de esto. Bien me ha enseñado como tratar con la gente. Pero bueno, me estoy desviando del tema. El punto era que soy una persona de gustos simples. Me encanta tomar un buen libro y sentarme en medio de una plaza, un jardín, donde pase mucha gente (si me miran con desprecio, sé que estoy en un buen lugar) y entonces leer hasta que me duela el trasero de sentarme en el suelo. Eso generalmente lo acompaño de un buen cigarro, un té verde Arizona (que dicen que es Hecho en México…) o una coca-cola.


Pues bueno, yo siempre he querido creer que verme a mí en un lugar público, leyendo, fumando y bebiendo algo agradable; debía hacerme ver interesante como para que una chica (desconocida) se fijara en mí y se acercara a sacarme conversación y talvez terminemos teniendo algo chido. Hasta ahora, he confirmado que sí soy lo suficientemente interesante para llamar la atención, pero no para que se acerquen. Aún así, yo no leo por ligar, pero siempre me gusta probar y conocer personas que sean “fuera de lo común”.


Total que el otro día me fui al jardín del centro, con un buen libro, mi cajetilla y un café frappé. Me senté y me puse a leer de lo más lindo, mirando de vez en cuando alrededor. Las chicas pues no daban para más. Pasó uno que otro culito interesante, pero se les veía medio cabeza hueca (y no estaba de humor para cachar si era lo contrario). Una chica llegó a pedirles fuego a unos chicos cercanos. Fue curioso ver como tuvo que encender tres cerillos para poder empezar a fumar. Estuve tentado a prestarle mi encendedor, pero estaba muy cómodo. En fin, ahí se fue un buen faje.


Luego, se sentaron dos chicas a un lado mío, de hecho creo que llegaron antes que la chica encenderillo. Total que estaban platicando entre ellas. Que terminar la carrera de administración, que los chismes de otras viejas. Que la gente pendeja. Tenían un humor agrío y negro tan delicioso, que a ratos me distraían de mi lectura.

Una era gorda, güera, un tanto amorfa pero con unas facciones agradables. La otra era de complexión normal, le faltaban curvas, pero no estaba mal. Tenía una cara de pervertida que me encantó. Lo cierto es que las dos tenían las narices raras. Yo tengo una cosa con las narices. Puede gustarme todo en una mujer, pero si no me gusta su nariz… No me gusta la mujer.


Total estuvieron platicando mucho rato, entre eso. La chica delgada contaba que su madre trabajaba en una oficina y que su padre era mormón. Que un día el fue a predicarle la palabra. Y le gustó (ella). Así que volvió al día siguiente y al que seguía de ese. Se enamoraron y ella tuvo que esperar a que él se ordenará dentro de la religión mormona para que se casaran. Los padres de ella naturalmente se opusieron al matrimonio pues eran católicos. A la señora le valió madre y se casó con él. Y decía la chica, que llevaban 26 años de casados. O algo así.


Me quedé un buen rato, secretamente deseaba unirme a su plática, me sentí como si yo fuera parte de ella. Pero no quise romper la barrera entre ellas y yo. Por que si lo hubiera hecho no hubiera conocido esas historias, sino que se hubieran presentado ante mí (si yo les agradara) y nunca hubiera sabido la increible historia (que parece una telenovela) de sus padres. En fin, llegó el momento en que tuve que ir a comer. Fui por una rebanada de pizza por ahí. Regresé como a los 10 minutos y ya no estaban.


Tengo la sospecha de que estaban ahí por mí. Cuando me levanté pude ver como me observaron como con ganas de algo. Pero ni modo, el hambre es canija y ellas pasaran a la lista de “personas que hubiese sido genial conocer, pero nunca se dio”.


Como esa chica rubia de grandes pechos y actitud fresca… Pero bueno, esa es otra historia. Creo que necesito una mujer.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusto tu blog, te perseguire un poco mas... saludos!!!!

pepsi dijo...

Cosas que suelen ocurrir, aunque difícilmente yo llamo la atención de alguien que NO sea un hippie jejeje.

No soy la clase de persona que hable mucho con un desconocido, pero me atrae escuchar pláticas ajenas, vamos, son entretenidas (mientas no sean demasiado frívolas o vacías), la verdad es que es una costumbre y tal vez no la deje pronto. Sé que es importante socializar, pero no creo que aplique el cien por ciento del tiempo ;-)